top of page

San Gabriel



Hay setenta y cuatro kilómetros desde mi casa en Bogotá hasta la entrada a San Gabriel, pero la puerta que se anuncia sin bombos es apenas una carretera con pocos parches de cemento. En realidad es una trocha que da la bienvenida a un corregimiento de Viotá que hasta hace un par de días no existía para mí y mucho menos sabía que allí crecía uno de los cafés más suaves del mundo y el plátano más dulce del país (lo del plátano es subjetivo, pero invito a comprobarlo). 


Es el filo de una montaña de innumerables quebradas que bajan hacia el sur de Cundinamarca, uno de esos lugares escogidos por los indígenas Panches para defenderse de la alianza entre el jefe Chibcha Zacrezacipa –al que siempre habían vencido- y el astuto Gonzalo Jiménez de Quesada. La alianza que terminaría por derrotarlos, por extinguirlos.




El clima es de un templado impredecible y el apenas centenar de habitantes saluda y sonríe cuando nos cruzamos. Pese a su amabilidad, el pueblo conserva el espíritu guerrero de sus antepasados, pero esa es historia para otro momento. San Gabriel, en donde los setenta y cuatro kilómetros que lo separan de Bogotá se recorren en algo más de cuatro horas, una velocidad promedio de dieciocho kilómetros por hora, quizá la única razón para que este rincón tan cercano a la capital continúe desconocido.






Fotos por: Ana Gómez


 

Publicada por primera vez 06/19/2017 en Travesiacoffee.com

 

Entradas Recientes

Ver todo
bottom of page